ONU: Hay Más Comida, pero 1.020 Millones de Personas Padecen Hambre

Por Roberto González Amador, El Clarín de Chile, 13 Septiembre, 2009

México.- El mundo nunca produjo tantos alimentos como en el último año. Y, paradójicamente, el número de seres humanos que padece hambre crónica es más elevado que nunca: mil 20 millones de personas, una sexta parte de la población mundial.

De ellos, 115 millones, poco más que la población de México, se sumaron en el último año. El error que hemos cometido en el pasado es creer que produciendo más alimentos conseguiríamos necesariamente victorias decisivas en la batalla contra el hambre, reflexiona Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación.

De Schutter, quien inicia este lunes una visita a México, comenta a La Jornada: La crisis provocada por el alza en el precio de los alimentos no ha terminado. Plantea la necesidad de acciones globales para limitar los riesgos derivados de la especulación financiera con granos, una de las causas del disparo en la factura alimentaria.

La magnitud de la crisis financiera distrajo sobre los efectos derivados del alza en el precio de los alimentos. En el primer semestre de 2008, los precios internacionales de los cereales fueron los más altos en 30 años, según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Han bajado desde entonces, pero se mantienen arriba de los niveles observados en años recientes y la FAO prevé que sigan así. Ese organismo considera que una persona padece hambre crónica si consume menos de 2 mil 100 calorías por día.

Hablar del derecho a la alimentación, explica Olivier de Schutter, es hacerlo sobre la justicia social. Porque es la pobreza y no un desajuste entre oferta y demanda, la que explica que haya hambre en un mundo de abundancia, dice, al responder por escrito un cuestionario de este diario.

–¿Cómo explica la contradicción entre el hecho de que la producción de alimentos es más alta que nunca y el aumento en el número de personas que padecen hambre?

–Cometimos el error de creer que produciendo más alimento conseguiríamos victorias decisivas en la batalla contra el hambre. Pero se produce de un modo que aumenta las desigualdades. Hemos marginado a los pequeños agricultores, propiciado la migración rural y la formación de zonas marginadas en las grandes ciudades del mundo en desarrollo. Las cosechas del otoño de 2008 fueron históricamente las más altas, pero el número de personas con hambre rebasó los mil millones. No debemos preguntar sólo cómo producir más, sino también cómo producir de manera incluyente y de forma que aumenten los ingresos de los más pobres.

–La crisis financiera surgió cuando ya había una crisis alimentaria. ¿Cómo evoluciona la situación?

–La crisis de precios en los alimentos no ha terminado. Una situación de emergencia persiste en 32 países. En 58 países en desarrollo, alrededor de 80 por ciento de los precios son más altos que 12 meses antes y 40 por ciento mayores que en enero de 2009. En África Subsahariana el arroz cuesta hoy más que hace un año. Y en nueve de cada 10 países el maíz, mijo y sorgo es hoy más alto que hace un año.

Agrega: los persistentemente altos precios en varios países afectan el acceso suficiente y adecuado de alimentos a grupos vulnerables, porque los pobres gastan la mayor parte de su ingreso en comida, a costa de otras necesidades. El hecho, abunda, de que los precios domésticos sigan altos o aumenten, a pesar de la disminución de las cotizaciones internacionales, muestra que el verdadero desafío tiene que ver con preguntas de economía política: quién produce, quién comercia, quién tiene el poder adquisitivo para consumir. Esos son los temas, no si el suministro empareja la demanda.

–¿Cuál ha sido la respuesta política a la crisis alimentaria?

–Algunos países en desarrollo han adoptado dos tipos de medidas. Invertir fuertemente en la agricultura, sector que fue descuidado desde los años 80 porque se pensó que sólo era remunerativo para los países más competitivos. Y, segundo, han lanzado programas sociales de transferencia de efectivo a los pobres. Son medidas importantes y útiles, pero insuficientes a largo plazo. Debemos cuestionar, a un nivel fundamental, nuestro paradigma de desarrollo agrícola. Debemos pensar cómo reconstruir la agricultura para asegurar que no contribuye a agravar el cambio climático, que es la mayor amenaza a la seguridad alimentaria, y la forma de elevar el ingreso de los más pobres.