La agricultura campesina como solución (y no causa) de la migración juvenil

Compartimos solo algunas de estas historias de unos jóvenes que pertenecen a la Red Chemol Txumb´al y que han decidido, como Juan Carlos, apostar su suerte a la agricultura campesina.

Miguel Enrique Santiago, un joven de 23 años de la aldea Pexla Grande de Nebaj, tenía la respuesta más directa para la pregunta: ¿Por qué no te has ido al Norte?” No se ha ido simplemente “porque soy campesino y para mi esta es la mejor vida.” Sin explicaciones, disculpas ni pena. La afirmación de una identidad campesina cuesta encontrar entre jóvenes ixiles. El desprecio hacia la vida del campo es notoriamente desarrollado, y muchos jóvenes sienten la necesidad de disculparse y dar explicaciones por trabajar en el campo. Sin embargo, sí existen jóvenes como Miguel Enrique que reivindican su campesina con naturalidad y orgullo.

Es mucho más común encontrar jóvenes ixiles que razonan su decisión de quedarse en sus comunidades por las miríadas dificultades que se interponen entre el joven y el sueño de llegar al Norte. El miedo a endeudarse es la preocupación más citado por muchos jóvenes. Se dice que los coyotes hoy en día están cobrando alrededor de 55,000 Q (más que $7,000 USD) para llevar a un joven indocumentado al Norte. El precio incluye tres intentos para cruzar la frontera pero no garantiza la llegada. Cada comunidad en la región ixil conoce casos de familias que han embargado casas y terrenos para financiar este costo solo para resultar que el joven no logre cruzar la frontera. Domingo Daniel Cedillo de la aldea Xepiun, Nebaj cuenta que, “No es que no quiero ir (al Norte). Claro que todos queremos ir. Lo que pasa es que no tenemos el dinero y nos da miedo quedar con la deuda.”

También hay jóvenes que consideran que la migración no es la única (ni la mejor) forma de enfrentar las dificultades asociadas con la pobreza. Pedro Cedillo de la aldea Tzalb´al, Nebaj cuenta que su papá vendió la herencia de tierra que era para él y sus hermanos. Sin acceso a un pedazo de tierra, un futuro como campesino deslumbraba difícil. Sin embargo, Pedro aprendió la albañilería, consiguió trabajo en la construcción, y eventualmente ahorró lo suficiente para comprar un pedazo de tierra donde ahora está sembrando árboles frutales para un día heredar a su hija. Según Pedro, “si uno se esfuerza, se puede ver el fruto del trabajo. No es necesario ir al Norte para salir adelante.” Su vecino Felipé Herrera cuenta lo mismo. “Yo aprendí como tejer cortes (faldas usadas por las mujeres ixiles). Con el dinero que gané con los cortes compré una vaca, la crié y cuando la vendí ya pude comprar una parcela de tierra.”

No solo con trabajos fuera de la agricultura se logra un ingreso, sin embargo. Muchos de los jóvenes ixiles campesinos afirman resueltamente que “sí da la tierra.” ¿Pero qué significa el “da”? Una de las imputaciones más repetidas contra la agricultura campesina es que no crea ingreso monetario y que apenas sirve para la subsistencia (sinónimo de retraso en nuestro mundo moderno dominado por la economía monetaria). Gerónimo Sánchez, un joven de la aldea Pexla Grande, Nebaj, explica el “da” así: “Si cultivamos nuestras tierras, siempre habrá maíz, siempre habrá frijol, siempre podemos vivir en la comunidad.”

Es probable que la agricultura campesina en la región Ixil no sea la profesión más rentable en términos económicos (aunque se conocen familias campesinas en la región que ganan mucho más que un “profesional).” Hay jóvenes ixiles, sin embargo, que no ven las cosas solo en términos económicos. Existe todavía otro concepto más campesino y arraigado a una comunidad concreta que explica que significa una vida completa. No hay espacio para profundizar en todas las matices del concepto indígena del Buen Vivir, pero bastará reconocer que existe paradigmas civilizatorias alternativas y ancestrales en el imaginario de la juventud Ixil.

La migración no es un fenómeno nuevo para el pueblo Ixil. Desde hace casi cien años el gobierno de Guatemala obligaba a los campesinos ixiles a punto de fusil de ir a trabajar en las plantaciones de los finqueros europeos de la costa. Arrastrada por la oleada de la llegada de la propiedad privada que significaba la “modernización” del país, el gobierno guatemalteco pasó las “leyes contra la vagancia” equiparando así la agricultura campesina e indígena con la indigencia. Esa “migración forzada” de muchos miembros del pueblo Ixil a la costa gradualmente se volvió costumbre y muchos jóvenes ixiles hoy en día siguen bajando a la costa para la temporada de la corte de café y caña.