Impulso a proyecto de la UNAM para seguridad alimentaria en la sierra tarahumara

Por Boletín UNAM-DGCS-376, 29 de junio de 2014

• La NAPECA, de la Comisión para la Cooperación Ambiental, con sede en Montreal, Canadá, entregará recursos que se destinarán a promover la producción de quelites mediante la puesta en marcha de prácticas de manejo biointensivo y sistemas de captación de agua • El proyecto es encabezado por Robert Bye, del Jardín Botánico del Instituto de Biología

El programa Alianza de América del Norte para la Acción Comunitaria Ambiental (NAPECA, por sus siglas en inglés), de la Comisión para la Cooperación Ambiental, con sede en Montreal, Canadá, apoyará el proyecto universitario “Integración de quelites a la cadena productiva para lograr la seguridad alimentaria de la sierra Tarahumara”.

El trabajo, a cargo de Robert Bye, del Jardín Botánico del Instituto de Biología (IB), fue favorecido entre 500 solicitudes para recibir recursos en dos años, que se destinarán a promover la producción de hortalizas nativas mediante la puesta en marcha de prácticas de manejo biointensivo, y sistemas de captación de agua en cinco comunidades de la sierra alta.

El etnobotánico, quien trabaja en la zona desde hace casi 44 años, explicó que mediante esas acciones también se pretenden impulsar nuevas formas de conservación de ese alimento –con un alto contenido en fibra, hierro, potasio, vitaminas C y D– básico en la dieta rarámuri, como el envasado, y ampliar la disponibilidad de la planta fresca durante más meses. Asimismo, incrementar su producción y la posibilidad de su comercialización por ese grupo indígena.

Bye recordó que, desde 2010 y debido al cambio climático, en la sierra Tarahumara se ha registrado un problema de sequía extrema que afecta a ese grupo indígena, que vive de la agricultura de temporal. Las semillas de maíz, calabaza y frijol se perdieron y otros productos asociados a la milpa, como los quelites, ya no salieron.

A esa situación se suma que la estación de cultivo es muy corta, de tres meses (junio a agosto), limitada muchas veces por heladas tardías, en primavera, y tempranas, en otoño.

Desde hace años, el universitario y su equipo emprendieron un proyecto de investigación participativa, con la colaboración de la población y organizaciones no gubernamentales, para integrar nuevas técnicas a la producción de alimentos y para que la gente amplíe la disponibilidad de alimentos, en particular los quelites. “Ahora contaremos con el apoyo de NAPECA”.

Además, subrayó que los quelites son verduras nativas, pueden ser hierbas o arbustos. En la sierra tarahumara alta, “donde trabajamos”, salen en la milpa con las primeras lluvias, a finales de mayo o principios de junio. Luego de seis semanas esas plantas se retiran porque compiten con las de maíz y frijol, es decir, están disponibles en un lapso muy limitado.

En la zona crecen alrededor de 120 especies, incluso hay algunos ejemplos de endemismo, como la Arracacia edulis, de la familia del apio.

En el sitio existen dos limitantes de cultivo: el agua y el suelo de origen volcánico, explicó el biólogo. Por ello, los objetivos del proyecto son la captación del líquido y la “fabricación” de suelo, con la integración de materia orgánica.

El sistema agrícola de los rarámuri está a punto de romperse, porque con la sequía la gente perdió casi todo su ganado (chivos y borregos), que contribuía a abonar la tierra. “Con los cultivos de cama biointensivos queremos usar otros recursos, como aserrín, y producir intensivamente, en diferentes ciclos de siembra”.

Ahí, luego de germinar, las plántulas se dejan crecer hasta cuatro semanas, para después resembrar. “Mientras no haya heladas podemos mantenerlo hasta ocho meses, y con el prototipo de agricultura hidropónica, donde gota a gota el agua se utilizará para crecer los quelites, hasta 10 meses”.

En este proyecto se trabajará en la zona, remarcó el universitario. Varios programas de desarrollo social han querido introducir otro tipo de verduras o maíz mejorado, pero esas variedades dependen de semillas “de fuera” y eso va en contra del pensamiento de los pobladores, que quieren ser autónomos.

Joel Rodríguez, también integrante del IB, indicó que para tener cultivos continuos, biointensivos, se requiere un área específica en cada huerto de las comunidades, esto es, una “cama elevada” donde se pueda sembrar de forma constante, en este caso los quelites, y un suelo rico en nutrientes, sin emplear fertilizantes, insecticidas ni pesticidas.