Crisis del concepto de gen y alimentos transgénicos

Por Julio Muñoz Rubio*, La Jornada, 16 de octubre de 2015

Según la teoría que dominó la biología molecular entre los años 50 y 70 del siglo pasado, la transmisión de información genética se explica por la propiedad que tienen los ácidos nucleicos (DNA y RNA) de autocopiarse (reproducción) y transmitir y copiar su información, contenida en sus bloques constituyentes (nucleótidos), a los bloques constitutivos de las proteínas (aminoácidos). Una secuencia de nucleótidos determinada formará un gen, y una de aminoácidos, copiada de la secuencia génica, formará una proteína.

Se establece una relación lineal, una correspondencia entre un gen y una proteína, lo cual lleva a una correspondencia entre el genotipo y el fenotipo. Tal explicación de la herencia es la base del modelo ortodoxo prevaleciente en genética y biología molecular desde los años 50.

Esta visión ha comenzado a descartarse debido al descubrimiento de diversos fenómenos tales como epigéneis, epistasis, pleiotropía, metilación de ácidos nucleicos, splicing, splicing alternativo, o de moléculas como los priones o el RNA de interferencia. La manera como estos fenómenos y moléculas modifican la noción inicial de gen y el Dogma Central de la Biología Molecular (DCBM) ha sido ampliamente estudiada.

En función de ello se sabe hoy que los mecanismos de transmisión genética son muy distintos de los de aquella imagen tradicional de los años 50. Todos estos fenómenos nos hablan de formas diversas y complejas de flujo de información genética: mecanismos que cuestionan seriamente la correspondencia de un gen para una proteína y se resalta que existen influencias ambientales en la regulación y la expresión o no de multitud genes.

Todo ello hace más complicada la tarea de la predicción a corto, mediano y largo plazos de la expresión fenotípica de los genomas. Numerosos científicos, tales como El-Hani (2007, 2010, 2015), Koonin (2009, 2012), Stotz, (2006), Shapiro (2009), Álvarez-Buylla (2015), entre algunos, señalan con precisión la creciente invalidez del concepto tradicional del gen y del DCBM y la crisis en la que ha entrado. Algunos de ellos postulan la necesidad de replantear de raíz nuestra concepción de la herencia biológica.

Sin embargo, en las empresas fabricantes de alimentos transgénicos y en las comunidades científicas que para ellas trabajan, lo que sigue dominando es ese esquema ortodoxo de los años 50, porque es el que les conviene para el desarrollo de sus tecnologías y la obtención de ganancias.

Ese esquema defiende la vetusta idea de la correspondencia 1 gen-1 proteína, y que, por tanto, basta insertar un gen de un organismo que codifique para la síntesis de una proteína en otro de otra especie, para producir un nuevo organismo sin consecuencias negativas a mediano y largo plazos.

Quienes defienden la producción y comercialización de los alimentos transgénicos lo hacen incluyendo solamente la parte de los conocimientos de biología molecular que les conviene, omitiendo mencionar el cúmulo de conocimientos que han metido en crisis a la teoría tradicional del gen.

En México, en 2011, por ejemplo, apareció publicado un libro electrónico, editado por la Academia Mexicana de Ciencias e intitulado Por un uso responsable de los alimentos genéticamente modificados, el cual no contiene la más mínima mención a los fenómenos y las moléculas arriba enlistadas, ni mucho menos la manera como cuestionan y falsean la teoría ortodoxa del gen y del DCBM. Esa es la tónica que en nuestro país ha privado en la divulgación de los supuestos beneficios de los alimentos transgénicos

La pregunta obligada a Monsanto, Syngenta. Du Pont, etcétera, y a sus comunidades científicas, es: ¿Conocen estos trabajos y los procesos o fenómenos que señalan y que invalidan el modelo de transmisión de herencia que en sus empresas defienden? Una posible respuesta, francamente increíble, es que no los conocieran. Lo que sí es posible es que los conozcan y que omitan deliberada y sistemáticamente mencionarlos, en cuyo caso su calidad ética, ya de por sí deteriorada, queda aún más en tela de juicio.

Lo que es claro es que empresas como Monsanto y sus comunidades científicas asociadas, al desarrollar y apoyar la producción de alimentos transgénicos, están trabajando y defendiendo un modelo científico de copia y transmisión lineal de caracteres biológicos que es cada vez más cuestionable.

El concepto de gen se encuentra seriamente en peligro. La ciencia defendida por estas empresas se mueve sobre gelatina, es falsa, por mucho poder económico y político que tengan y que les permita hacer una desmedida publicidad en favor de estos orgamismos, y por muy célebres que sean muchos de sus más acérrimos defensores.

*Investigador de la UNAM, miembro de la UCCS.