Comer Sin Hambre: Cuando El Apetito Es Emocional

Por Elisa Markhoff, Dr. Mercola, 26 de marzo de 2015

Seguramente esta situación te resulte conocida: estás preocupado, apurado o distraído y sin darte cuenta te has acabado un paquete de galletitas, o te has terminado los snacks que guardabas para más tarde. Y ahora, encima de todo, te sientes culpable, angustiado y con el estómago que explota…

Tal vez creas que no tienes fuerza de voluntad, que jamás vas a poder controlar tu apetito, o que llegar al peso ideal no sea posible para ti. Sin embargo, lo que te ocurre no tiene nada que ver con el hambre, y es mucho más común de lo que piensas: estás sufriendo de apetito emocional, y hoy te vamos a ayudar a superarlo.

¿Qué Es el Apetito Emocional?

El Apetito Emocional es, literalmente, comer cuando no tienes hambre físico, sino hambre de una emoción o una experiencia. Es decir, es lo que ocurre cuando intentas saciar tus necesidades emocionales con comida.

Por ejemplo, estás nervioso porque no tienes suficiente dinero, y comes un plato de papas fritas para distraerte y no preocuparte más. O has tenido una discusión con tu pareja, y te consuelas con una barra de chocolate.

En estas ocasiones, lo que estás haciendo es intentando saciar tu apetito por una emoción (seguridad económica, amor) utilizando la comida como sustituto.

¿Por Qué Ocurre el Apetito Emocional?

La mayoría de nosotros tendemos a sentirnos culpables después de haber comido por motivos que nada tienen que ver con el hambre físico, y pensamos que jamás controlaremos nuestro apetito.

Pero es importante comprender que el apetito emocional es bastante común. Lo que ocurre es que hemos olvidado cómo escuchar las señales de nuestro cuerpo y no sabemos cómo brindarnos el nivel de cuidado y atención emocional que necesitamos, salvo que sea con comida.

Por lo general, el apetito emocional nos ocurre porque:

  • No sabemos identificar lo que necesitamos para sentirnos bien, física y emocionalmente
  • Estamos tan estresados que no tenemos tiempo para cuidarnos
  • Creemos que tomarnos el tiempo para balancear nuestras emociones es un lujo, no una forma de auto cuidado

Es por estos motivos que caemos en situaciones de desbalances físicos y psíquicos, y dichos desbalances son los responsables de iniciar el ciclo del apetito emocional.

¿Cómo Sé Si Lo Que Tengo Es Apetito Emocional o Hambre Físico?

El apetito es un fenómeno rico y complejo que requiere distintos tipos de nutrición: la nutrición con alimentos es sólo una de las muchas formas de “alimento” que nuestro cuerpo y nuestra psiquis necesitan.

Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones tienen también hambre por cariño, por consuelo, por belleza, por experiencias nuevas, por conocimiento… la lista es amplia, y es importante que comiences a identificar los distintos matices de apetitos en tu propia vida.

Para ayudarte en este proceso, te brindamos las características más conocidas del apetito emocional. No es una lista exhaustiva, pero se trata de los puntos más comunes para lograr identificar la diferencia entre apetito emocional y hambre físico.

Tienes apetito emocional si…

  • Sientes hambre de golpe y la necesidad de comer es urgente
  • Sigues comiendo a pesar de sentirte satisfecho
  • No te acuerdas si tenías hambre cuando empezaste a comer
  • Comes tan rápido que no sabes decir cuánto comiste ni qué gusto tiene la comida
  • Quieres comer cuando estás triste, cansado, aburrido o solo
  • Tu hambre está acompañada de ansiedad, miedo, enojo o dolor
  • Te sientes avergonzado o culpable después de comer
  • La sensación de hambre comienza en tu cabeza, no en tu cuerpo
  • Tienes sólo hambre (antojo) por una comida en especial
  • Ningún otro alimento parece satisfacerte o saciar el hambre
  • Si comes el alimento que querías, el hambre se sacia parcialmente, y a las pocas horas de haber comido vuelves a sentirte ansioso, enojado o estresado

¿Cómo Se Relaciona el Apetito Emocional y el Estrés?

La relación entre apetito emocional y estrés es muy íntima. Simplemente recuerda cómo comiste la última vez que estabas estresado: seguramente elegiste lo primero que encontraste, sin pensar en su valor nutricional, y lo tragaste muy rápido, sin siquiera saborearlo.

Además, probablemente luego de comer hayas tenido mala digestión o reflujo, y tal vez incluso experimentaste gases, calambres, o estreñimiento.