BRASIL: Ante Crisis Alimentaria, Apoyemos la Agricultura Familiar

por Lourdes Edith Rudiño, La Jornada del Campo, Enero 16, 2010

De la misma forma que Brasil expresa su liderazgo latinoamericano en indicadores económicos y estrategias frente a la conflictiva financiera mundial, sus políticas a favor de la agricultura familiar marcan pauta para confrontar la crisis alimentaria, mejorar el nivel de vida de los productores de pequeña y mediana escala e incluso para empezar a transformar el modelo de mercados libres trasnacionalizados.

Renato Maluf, presidente del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria (Consea) de la Presidencia de la República de Brasil, explica que la agricultura familiar fue prácticamente ignorada en este país hasta mediados de los 90s pero, por presión de las agrupaciones de productores, ha sido dotada desde entonces de una serie de políticas públicas e incluso de un ministerio especial –el de Desarrollo Agrario nacido en 1998, y paralelo al de Agricultura enfocado al agrobusiness–, de tal forma que hoy esta agricultura se ha convertido en “garantía sociopolítica, que hace la diferenciación frente a la agricultura de gran escala, descarnizada y de grandes extensiones”.

En entrevista, comenta que fortalecer la agricultura familiar con el otorgamiento de créditos a tasas bajas por diez millones de reales anuales (siete mil millones de dólares) en un programa llamado Más Alimentos, junto con la política de “recuperación del valor del sueldo mínimo oficial en términos reales” para la población pobre objetivo de programas sociales, son los dos instrumentos que han permitido a Brasil atenuar los efectos de la crisis alimentaria.

Pero hay mecanismos adicionales que están apuntalando la agricultura familiar, como el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), que inició en 2003 y que implica que el aparato público establezca contacto entre organizaciones agrícolas y los gestores locales que necesitan comprar alimentos para sus programas de escuelas, hospitales, guarderías, etcétera. Este programa, que reorientó las compras, pues antes se hacían con la industria o grandes agricultores, ha permitido revalorar regionalmente los productos agrícolas, y además fue inspiración para la Ley de Alimentación Escolar de 2009, la cual, a iniciativa del Consea, ajustó las características de un programa de alimentos para escuelas que existe desde los 50s, al establecer que “por lo menos 30 por ciento de las compras de alimentos se hagan directamente de la agricultura familiar local o de la región”, lo cual ocurrirá a partir de 2010.

Al respecto Maluf señala que este programa, que es enorme, pues sirve 35 millones de comidas diarias gratuitas -–y que se refuerza con la nueva ley porque determina que “la alimentación escolar es un derecho, no un regalo o una concesión a los niños pobres”—, tendrá impactos tremendos de reactivación e impulso de la agricultura familiar, pues el gasto público es de unos 300 millones de dólares al año tan sólo de recursos federales, más montos también significativos que provendrán de los municipios. Maluf señala que, según el censo agrícola de 2006, hay casi cinco millones de unidades agrícolas en Brasil, y de ellas cuatro millones 300 mil son clasificadas en agricultura familiar; aunque éstas representan 70 por ciento de las unidades, emplean a siete de cada diez trabajadores del campo y participan con 70 por ciento del alimento que se consume internamente en Brasil, no cubren más que 30 por ciento del área agrícola total. “Esto demuestra el elevado grado de concentración de la tierra en el país”.

La agricultura familiar es muy heterogénea en Brasil. Por ley, se declara que implica propiedades de hasta cuatro módulos fiscales, pero la extensión de cada módulo varía según la región: en la Amazonía (donde la gente vive de cosechar productos de la selva, y con escaso ingreso) puede ser de cien hectáreas, mientras que en el sureste de dos a tres. Con excepción de la Amazonía, la agricultura familiar está en un rango de áreas muy pequeñas y de hasta 20 o 30 hectáreas o la más capitalizada que puede llegar a cien.

Y hay nexos entre la agricultura familiar y el agronegocio. El 70 por ciento de la producción de carne porcina y de pollo proviene de pequeños productores integrados a la agroindustria bajo contrato. En el caso de los granos básicos y otros fundamentales de la dieta carioca, el asunto es más complejo. El frijol y la yuca están en manos de la agricultura familiar y el maíz lo está en un 60 por ciento; aunque el 40 por ciento del maíz restante es producido en grandes predios y lo mismo pasa casi con todo el arroz, pues “Brasil pasó por un proceso fuerte de modernización de su agricultura; una modernización conservadora, como decimos, que conserva la propiedad y expulsa a la gente”.

Según Maluf, lo que busca el Consea es promover instrumentos “que fortalezcan la producción, el abasto, el empleo y el ingreso de la agricultura familiar –que se supone es más sustentable y más equitativa– y que mantenga a la gente en condiciones dignas”.

Disputas con el agronegocio. Aclara que el impulso a la agricultura familiar ocurre como parte de “dinámicas contra-hegemónicas”, pues en Brasil, “hay una disputa fuerte de tierra, de biodiversidad; estamos bajo una ofensiva del agronegocio (el cual es poderoso: genera 60 por ciento del valor de la producción agrícola total y está centrado en productos exportables como la soya, el ganado vacuno, el alcohol de caña de azúcar, buena parte del café, jugo de naranja, etcétera); (…) nuestras políticas son defensivas. Tengo conciencia de los límites, de hasta dónde hemos logrado llegar”.

El entrevistado afirma que la crisis alimentaria global es sistémica, no coyuntural. “Revela aspectos del modelo agroalimentario mundial que deben ser cuestionados: el vínculo entre alimentos y especulación financiera; la integración de cadenas bajo el control de cuatro o cinco corporaciones; la dirección que ha tomado el consumo alimentario, dando como resultado la obesidad, etcétera”.

Por ello, “es momento de impulsar dinámicas que van contra corriente de este modelo integral: circuitos regionales; producción agroecológica; aproximar la producción al consumo (…) recuperar la regulación del Estado; tener políticas soberanas de suministro. En el Consea la sociedad defiende que las repercusiones de la crisis se enfrenten con iniciativas que modifiquen hasta donde sea posible al sistema alimentario mundial con una perspectiva de soberanía y derecho.

“Todos los países abandonaron las políticas de abastecimiento alimentario. Dijeron ‘no hay que regular’, pero siempre hay regulación. Lo que pasa es que el abastecimiento está ahora bajo regulación privada; son los supermercados, las corporaciones los que dicen qué comemos, cuánto comemos, cómo comemos, cuánto pagamos. Lo que estamos defendiendo en Brasil es que el gobierno retome una política de abastecimiento soberana, con acciones descentralizadas, alimentación adecuada y diversificada, con circuitos regionales; e incluso lo estamos proponiendo como forma de integración en Sudamérica“.