Arrancó el debate nacional contra Monsanto en México

Por El Ciudadano, 12 de diciembre de 2013

La Cámara de Diputados del Congreso de la Unión (México), a través de la Comisión de Alimentación, abrió el debate sobre “el impacto de los insumos transgénicos en la producción de alimentos”, mes y medio después de que la justicia federal suspendió la autorización de permisos de siembra de maíz modificado genéticamente.

En un auditorio del edificio camaral de San Lázaro, sede de la legislatura federal, el escenario lucía como cuadrilátero de boxeo, en el que no faltaron golpes bajos y peleadores que hacían fintas hasta con su sombra y aseguraban no defender el interés de las trasnacionales mientras sus presentaciones indicaban lo contrario.

Subió al ring Agustín López Herrera, de la Universidad Autónoma Chapingo y del comité técnico del maíz transgénico de la secretaría de agricultura, un investigador capaz de poner en duda sin ruborizarse la contaminación transgénica del maíz en Oaxaca, documentada por Chapela, de Berkeley, hace más de 10 años y confirmada al poco tiempo por estudios de prestigiados investigadores universitarios mexicanos.

También plantó esquina en el encordado la biotecnóloga Beatriz Xoconostle Cazares, del CINVESTAV, IPN, investigadora que no vaciló en subrayar el combate manual de plagas en Sinaloa, omitiendo que en ese estado norteño de agricultura altamente tecnificada, los aviones cargados de glifosato y otros venenos rocían a mansalva plantíos y poblados.

Omar Ibarra, de Agrobio México —la fachada de organismo civil con que opera Monsanto en este país—, desde el ringside sugirió que no creyéramos todo lo que circula en internet pero sí confiáramos a pie juntillas en la FAO, OMS y las dependencias del ramo del gobierno mexicano. En su menosprecio por la inteligencia del auditorio, sólo le faltó decir que únicamente las versiones en la red favorables a los transgénicos son dignas de crédito.

La ponente y el enviado de la trasnacional intentaron festinar la retractación (ocurrida la víspera) de la revista Food and Chemical Toxicology que publicó el estudio de Eric Séralini el año pasado, el cual reportaba la generación de tumores y daños en órganos vitales en animales de laboratorio alimentados con maíz de Monsanto. Con esto querían reforzar su defensa de la inocuidad de los transgénicos.

No fueron muy lejos, desde el público se les recordó que no es la primera vez que las corporaciones presionan publicaciones científicas y montan campañas de desprestigio contra investigadores independientes como cuando el mencionado Chapela fue víctima de acoso que llegó a reflejarse en la revista Nature de forma parecida a lo que ahora Séralini enfrenta con la Food and Chemical Toxicology.

El retiro de la investigación de Séralini, hecho calificado como ilícito, anti científico y poco ético porque no se apega a los lineamientos para retractaciones de revistas científicas, ocurrió después de que a principios del año, Richard E. Goodman, un ex empleado de Monsanto y afiliado a grupos financiados por la industria de los transgénicos, asumió el cargo de editor asociado en la revista.

Las imágenes de las ratas de Séralini con tumores casi más grandes que el animal fueron un golpe directo al plexo solar de Monsanto. Así como Chapela derribó el mito de una tecnología bajo control y precisión, ahora Séralini mandaba a la lona el cuento de la inocuidad del maíz transgénico. De inmediato se desató una campaña feroz contra el investigador francés queriendo desacreditar los protocolos de su experimento. El equipo científico respondió puntualmente cada una de las críticas, con abundante información y respaldo de reconocidos investigadores sin conflictos de interés por estar o haber estado al servicio de las corporaciones.

En la cartelera local, el equipo de personeros y proclives de Monsanto no trae nada nuevo en los puños, son las mismas mentiras y truculencias: que las nuevas tecnologías siempre enfrentan resistencia (como si los campesinos fueran estúpidos que no adoptan tecnologías cuando les benefician), que los trámites y pruebas para liberar transgénicos son sumamente estrictos y costosos (lo que nos consta es que sus resultados son un secreto bien guardado), que los cultivos genéticamente modificados disminuyen el uso de agrotóxicos, que el minifundio y la agricultura de autoconsumo son una calamidad (mientras la FAO declara 2014 el año de la agricultura familiar), que la moratoria nos quitó 12 años de progreso, que la biotecnología es neutra (quizás, pero los biotecnólogos no).

Hasta fue defendida la “equivalencia sustancial” que sostiene que no hay diferencias esenciales entre cultivos normales y transgénicos. Fue muy reveladora la lista de “limitaciones” que Xoconostle presentó como los obstáculos del “desarrollo en México”: la moratoria a los transgénicos, baja inversión, luchas internas, fuga de cerebros, ¡científicos preocupados!, grupos de activistas, atentados y la competencia de las trasnacionales.