Agroecosistemas y su eficiencia.

Por Antonio Monjarás

La ineficiencia energética en los modelos actuales de producción, conlleva a las problemáticas ambientales y sociales, es bien sabido que una de estas problemáticas es la insuficiencia alimentaria que sufre el planeta, la cual se agudiza con la creciente población y sistemas ineficientes que están lejos de ser sustentables y de proporcionar a la sociedad alimentos de calidad. Valdés (2009) nos explica que la intensificación de los sistemas agrícolas a través del alto uso de recursos no renovables y la alta ineficiencia energética está conduciendo a la insostenibilidad. Los sistemas agrícolas han quitado espacio a los sistemas naturales, transformando así los extensos bosques en pequeños y dispersos fragmentos de áreas cultivadas.

La expansión de la producción primaria para el consumo humano ha costado miles de kilómetros cuadrados de bosque con altos recursos genéticos, muchos de ellos extintos y otros en peligro de extinción. De esta manera, se coloca también en riesgo la elasticidad de los ecosistemas. Los sistemas agrícolas se están desarrollando sin una dirección predeterminada.

Por lo anterior se debe reorientar y replantear este proceso, pues la creciente demanda de alimentos así lo requiere, para ello es preciso contar con metodologías nuevas de evaluación y diseño de sistemas agrícolas, y colocarlos en una línea de evolución hacia el punto máximo de equilibrio entre los componentes de la sostenibilidad.

Los agroecosistemas deben funcionar en torno a una visión holística del manejo de los recursos, debe integrar todos los componentes, tanto los vivos como los no vivos. Aquí es donde el papel de los animales y vegetales entra en juego. ¿Qué es más eficiente, un animal o un ser vegetal?

De los organismos vivos que habitan nuestro planeta, las plantas son las que utilizan con mayor eficiencia la vasta energía solar disponible. Esta función la realizan a través de la fotosíntesis, mediante la cual convierten la energía solar en compuestos bioquímicos estables, eslabón para la producción de sustancias orgánicas que complementan los ciclos biológicos y geológicos sobre la Tierra. La energía almacenada por los vegetales contribuye al desarrollo del resto de los organismos consumidores y descomponedores, aunque en cada nivel ocurre una pérdida de energía. Este proceso es aún muy ineficiente en aprovechar la energía solar. Según (Turk y Turk, 1988), de 1 Mcal(mega caloría) emanada por el Sol, se pierden en el ambiente 988 Kcal, por lo que las plantas pueden captar, transformar y producir sólo 12 Kcal, de las cuales 2 se utilizan en la respiración y 10 (1%) están disponibles como producción primaria bruta para la alimentación de animales y seres humanos. Si esta energía es consumida por los animales estos serán capaces de generar una producción secundaria de 0,1 Kcal (1%), de la cual el hombre sólo podrá asimilar 0,005 Kcal (5%) (Funes, 2009).

Cosecha de acelga en el Rancho de Vía Orgánica

Cosecha de acelga en el Rancho de Vía Orgánica

 Entre las especies animales existen también algunas más eficientes que otras desde el punto de vista del aprovechamiento de la energía en función del crecimiento y la producción de carne, leche, huevos u otros. Además, la producción animal juega un importante papel debido al alto valor biológico de esta en proteína. Por tanto, se requiere sostener el criterio de “balancear” energéticamente los beneficios provenientes de la producción animal y vegetal con el fin de desarrollar sistemas agrícolas integrados, más eficientes y productivos, que respondan a las necesidades nutritivas, existenciales y funcionales del hombre (Funes, 2009).

Utilizar de manera eficiente todas las fuentes de energía disponibles no es una alternativa, es una necesidad. Emplear cada vez más las renovables se presenta como el mayor reto del presente siglo, a escala local y global. El agotamiento de las fuentes de energía fósil, la inestabilidad de los precios del petróleo en los mercados internacionales y los efectos negativos acumulados sobre el medio ambiente por la quema de hidrocarburos, son suficientes elementos que indican la urgencia de definir estrategias conscientes y decididas para alcanzar ese reto (Funes, 2009).

 A lo anterior hay que añadir la creciente demanda de alimentos que debe cumplir con ciertas características necesarias para la población, como lo son que sea un producto de calidad, nutritivo, en cantidad y que haya sido producido bajo un esquema de producción ecológica (Agroecología).

Hoy en día, hay cerca de mil millones de personas hambrientas en el planeta, pero el hambre es causada por la pobreza (1/3 de la población del planeta gana menos de 2 dólares al día) y la inequidad (falta de acceso a tierra, semillas, etc.,), no por la escasez debida a la falta de producción. El mundo ya produce suficiente alimento para nutrir de 9 a 10 mil millones de personas, la población esperada para el año 2050. La mayor parte de los cultivos de cereales de producción industrial se destina a biocombustibles y alimento para animales confinados. Por lo tanto, la exigencia de duplicar la producción alimentaria para el año 2050 sólo es necesaria, si seguimos dando prioridad a la creciente población de ganado y automóviles, en lugar de alimentar a personas que padecen hambre. Un análisis demasiado simplista en apoyo a la agricultura industrializada cita los altos rendimientos y los cálculos del suministro total de alimentos para ilustrar el potencial de ésta para aliviar el hambre. Sin embargo, se entiende desde hace tiempo que los rendimientos son una condición necesaria, pero no suficiente para satisfacer las necesidades alimenticias de la gente (Altieri, 2012).

Por Canadian Gardening

Por Canadian Gardening

Setenta y ocho por ciento de todos los niños malnutridos menores de cinco años que viven en el Tercer Mundo se encuentran en países con excedentes de alimentos. Ya existe un abundante suministro de alimentos, mientras que el hambre crece en todo el mundo. No es el suministro el factor crucial, pero sí la distribución y el derecho y acceso de las personas a tierra, ingreso, o redes de apoyo para lograr un adieta saludable. En lugar de ayudar, la sobreproducción de alimento, en realidad puede aumentar el hambre por la subvaloración de los precios y la destrucción de la viabilidad económica de los sistemas agrícolas locales. Los campesinos locales no son capaces de vender sus productos de manera que les permita cubrir costos de producción, dejando que los alimentos se pudran en los campos mientras que las personas pasan hambre. Aproximadamente un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde a          nivel mundial, lo que equivale a alrededor de 1,3 millones de toneladas por año, suficiente para alimentar a todo el continente de África. La mayor parte de esta comida se desperdicia por los consumidores en Europa y América del Norte (95-115 kg/año/per cápita) mientras que esta cifra en el África subsahariana y Asia del Sur/Sureste es sólo 6.11kg/año (Altieri, 2012).

 El manejo de los agroecosistemas debe buscar hacer más eficiente el uso de los recursos, tal vez mediante un aumento de la biodiversidad espacial y temporal. La presencia de ciertos niveles de vegetación espontánea podría por ejemplo, reducir la erosión, disminuir el lixiviado de nutrientes y generar un aumento en la eficiencia de la captación de la energía, con lo que aumentaría la acumulación de carbono en el sistema. Este es sólo uno de los ejemplos donde un mayor conocimiento de los procesos que ocurren en un agroecosistema puede ayudar a hacerlos más eficientes y conseguir mantener niveles altos de productividad con mínimas pérdidas de eficiencia y bajo impacto ambiental (Sarandon, 2002).

agricultura-mexicana

 Se requiere desarrollar una agricultura que sea económicamente viable, socialmente aceptable, suficientemente productiva, que conserve la base de recursos naturales y preserve la integridad del ambiente en el ámbito local, regional y global. Debemos entonces construir y fomentar, en base a estas ideas, un nuevo concepto de agricultura: Una agricultura Sustentable (Sarandon, 2014).

De lo anterior podemos decir que para lograr una agricultura sustentable, tenemos que desarrollar de manera inminente agroecosistemas sustentables; es decir Unidades de producción de alimentos, materias primas, servicios ambientales y otros satisfactores de origen agrícola basados en el manejo agroecológico de una parcela, localidad o territorio que tiende al mejoramiento social, económico y ambiental a corto, mediano y largo plazo para beneficio de la sociedad rural y urbana, sin deteriorar la base de los recursos naturales.

No hay duda que la humanidad necesita un paradigma alternativo de desarrollo agrícola, uno que fomente una agricultura biodiversa, resilente, sostenible y socialmente justa. La base de estos nuevos sistemas son las gran variedad de estilos agrícolas desarrollados por al menos un 75 % de los 1.5 millones de pequeños propietarios, agricultores familiares e indígenas en 350 millones de pequeñas explotaciones que representan no menos del 50% de la producción agrícola para el consumo interno global (Altieri, 2012).

Uno de los principales retos que enfrenta justo ahora la humanidad es aprender que los agroecosistemas eficientes siempre han existido y que nuestros problemas actuales de problemática ambiental derivada de la agricultura se deben a que no hemos aprendido que el dinero no se puede comer, el cambio hacia sistemas más eficientes y productivos bajo una visión holística deberá originarse como un cambio en nuestra propia conciencia, mientras nuestra ideología productivista siga perpetuándose nada cambiara. La agroecología no es un cambio, es la solución a una crisis que nos ha llevado incluso a una guerra con nuestra propia especie. O al menos parte de ella.

Literatura citada.

  • Altieri, M. 2012. AGROECOLOGIA: Única esperanza para la soberanía alimentaria y la resilencia ecológica. SOCLA. Pag. 3-5. En: http://agroeco.org/socla/wp-content/uploads/2013/11/SOCLA-Rio+20-espanol.pdf
  • Funes, F. 2009. Eficiencia energética en los sistemas agropecuarios. UNIVERSIDAD DE MATANZAS. En:http://www.actaf.co.cu/index.php?option=com_mtree&task=att_download&link_id=682&cf_id=24
  • Sarandón, S. 2002. EL AGROECOSISTEMA: Un sistema natural modificado. Agroecología: El camino para una agricultura sustentable. En: http://www.agrotecnicounne.com.ar/introduccion/biblioteca/bibliografia-introduccion-a-las-ciencias-agrarias/Cap4-Agroecosistemas-_Sarandon.pdf
  • Sarandón, S. 2014. AGROECOLOGIA: Bases teóricas para el diseño y manejo de agroecosistemas sustentables. La Agroecología: El enfoque necesario para una agricultura sustentable. Pag. 50-51. En:file:///C:/Users/LilyB/Desktop/Sarand%C3%B3n%20Final%20Definitivo%2027%20junio%202014.pdf
  • Valdés, N.2009. Funcionamiento y balance energetico en agroecosistemas diversos. SCIELO. En: http://scielo.sld.cu/scielo.php?pid=S0258-59362009000200007&script=sci_arttext